Desgraciadamente, la corrupción se ha convertido en un rasgo distintivo de la práctica política actual. Encontramos corrupción a nivel individual e institutional. Prácticas corruptas motivadas por razones varias como incrementar los ingresos económicos, o mantener cierto status social, o lograr mayor poder político.
Hay prácticas corruptas que tienen impactos más generales, como la compra de votos para una elección. Otras tienen un impacto más específico, como la licitación irregular para pavimentar calles.
En este marco, y para que sea menos vago nuestro reclamo anti-corrupción (adherido muchas veces hipócritamente por gran parte de nuestra sociedad), quizás sea interesante afinar el lápiz y tratar de explicar qué tipo de prácticas corruptas nos molestan y porque.
Me interesar mencionar dos tipos de prácticas corruptas que están directamente relacionadas con el paradigma neoliberal que se implementó, sobre todo, en los 90 en nuestro país. Prácticas corruptas orientadas a crear "menos Estado" y mayor desigualdad estructural.
Fuera de escena
El modelo neoliberal, en su versión latinoamericana, tuvo entre sus metas disminuir la capacidad del Estado para intervenir en aspectos políticos, económicos y sociales de la vida democrática.
Lamentablemente, esto trajo intencionalmente aparejado la implementación de políticas tendientes a crear un Estado completamente ineficaz, incapaz de accionar y funcionar eficientemente.
La idea fue correr al Estado de la escena principal de la política. Justamente, este modelo neoliberal se sirvió de "políticas de corrupción" para desmantelar la capacidad estatal. Se logró su ineficacia corrompiendo su funcionamiento, sus funcionarios, sus beneficiaros. La corrupción política sirvió para enfermar al Estado y debilitarlo.
El flanco judicial
En la actualidad, aun cuando de a poco nos alejamos de aquel paradigma, aún se ven prácticas corruptas enraizadas en la concepción neoliberal del no-Estado.
Todavía, con espanto, observamos gobernadores que se esfuerzan por cooptar la voluntad de los poderes judiciales, usando mecanismos discrecionales y poco democráticos para designar como jueces de Cortes Supremas a personas cercanas al gobierno de turno y de probada intrascendencia académica y profesional en el mundo del Derecho. Estas prácticas tienen el objetivo claro de desmantelar la capacidad de uno de los poderes estatales, dejando a la sociedad en manos de Cortes incapaces para hacer justicia.
Ejemplos de cómo terminar con estas prácticas y crear más Estado, por suerte, también abundan. La actual Corte nacional fue designada a través de un mecanismo transparente, no-discrecional y participativo, que permitió construir más Estado, capaz y eficiente.
Pensado para pocos
La corrupción política ha permitido al modelo neoliberal generar las condiciones estructurales de desigualdad en la que se asienta.
El neoliberalismo latinoamericano es esencialmente inequitativo: se genera y se mantiene a partir de la desigualdad política, económica y social. Mantiene esta situación porque el sistema está pensado para que unos pocos concentren la riqueza y el poder político, a los fines de poder garantizar un especial sistema de libre mercado.
La corrupción ha sido también una herramienta efectiva para generar y perpetuar estos niveles de desigualdad. Las pseudo políticas sociales de los 90 tendieron, en su mayoría, a aplicar políticas discrecionales para beneficiar injustificadamente a determinados sectores de la sociedad, generando altos niveles de desigualdad que beneficiaban a aquellos que concentraban el poder político y económico.
Hoy observamos políticas sociales teñidas de corrupción neoliberal. Las políticas habitacionales de muchas provincias podrían ser un ejemplo. Algunos organismos encargados de ofrecer una solución habitacional a personas desaventajadas mantienen procedimientos oscuros y corruptos para favorecer discrecionalmente a personas de determinados grupos sociales o políticos. Este tipo de políticas generan mayor desigualdad, porque tienen como efecto a largo plazo mantener relegados a los mismos sectores sociales y políticos.
Aplicar políticas correctivas de esta práctica no pareciera ser tan difícil. Basta con elaborar mecanismos prolijos de adjudicación, como fue el caso de los sorteos por lotería nacional de créditos habitacionales hace unas semanas.
Razones y principios
Concluyendo: el reclamo por desterrar la corrupción política puede estar motivado por varias razones. Muchas personas alegaran razones de moral cívica y pretendido republicanismo a la hora de criticar estas prácticas.
Otras, como quien escribe estas líneas, critican a la corrupción desde una postura ideológica en contra del neoliberalismo que se implemento en nuestro país.
Desde esta visión, entonces, resulta urgente exigir terminar con la corrupción anti-estado y la que promueve mayor desigualdad.
Al menos, como primer paso.